No había problema que te hiciese venir abajo. No había ninguna persona que consiguiese bajarte la moral. Siempre de frente, nada que esconder. Tu sonrisa y tus bromas eran capaces de quitar las penas incluso a un muerto.
Estes son, entre otras muchas, algunas de las características que se le podían atribuir. Pero la vida da muchas vueltas y incluso la persona más fuerte se puede volver débil en segundos. Gracias a él aprendí que nada es estático, todo acaba y todo empieza, la cuestión es adaptarse a los cambios.
La redención fue tu última característica, las ganas de ser perdonado por tus actos te llevaron a sobrellevar los problemas de una manera increíble. Sin embargo, no fue tan fácil al final, te sentías un estorbo, inútil...un lastre.
Tu búsqueda de la redención te llevó a hacer un último acto sincero.
No ha sido la mejor manera de irte de mi vida, sin embargo no tengo nada que reprocharte, nada de lo que culparte, eras humano y como humano erraste y seguiste adelante como pudiste.
Tu pedías perdón por la vida que llevaste. Yo te pido perdón por mi inflexibilidad contigo.
Nadie, y menos tú te merecías todo esto.
Ahora lo comprendo, y te perdono. Ojalá me puedas perdonar a mi.
No hay comentarios:
Publicar un comentario